Un buen tatuaje es una obra de arte. La persona que decide tatuarse aporta su piel como si fuera un lienzo en blanco. Y el tatuador trabajará como un artista, para dejar estampada en la piel la idea que su cliente soñó tener para siempre sobre su cuerpo. Una parte fundamental de ese proceso es la máquina para tatuajes. Sin una buena herramienta, el tatuador no podrá transferir todo su talento a la piel. Siempre se está trabajando en estas máquinas para tatuajes. Y siempre se intenta mejorarlas con la incorporación de tecnología. Por eso, es interesante repasar cuál es la historia de las máquinas para tatuajes.
Cómo funciona una máquina para tatuajes
Para entender el avance tecnológico de este dispositivo, primero hay que conocer cómo funciona. La máquina para tatuajes tiene un funcionamiento similar al que posee un taladro dental.
Gracias a un sistema de engranajes, la máquina mueve a una aguja sólida hacia arriba y abajo, con diferentes potencias. Una bobina electromagnética es necesaria dentro de la máquina para poder realizar este movimiento fundamental.
De esta manera, la aguja cargada con tinta perforará la piel, aproximadamente a un milímetro de profundidad. Este movimiento con perforación se repite entre 50 y 3.000 veces por minuto. La cantidad de repeticiones depende del modelo de máquina para tatuajes. Y también de la técnica que utilice el profesional que realice el trabajo.
Una vez que la aguja traspasó la capa externa de la piel, inyecta muy pequeñas gotas de tinta que el organismo ya no puede diluir. Así es como la tinta queda en ese lugar y comienza a tomar forma la obra de arte en la piel.
La prehistoria de la máquina para tatuajes
El tatuaje es un arte milenario, que se practica en todo el mundo desde hace siglos y siglos. Las herramientas más antiguas que se han encontrado que servían para realizar tatuajes pertenecen al Antiguo Egipto.
Entre algunos restos arqueológicos en la ciudad de Abydos se encontró una punta afilada de madera de hace 3.000 años. Este elemento servía para realizar pequeñas incisiones en la piel, a la que después se le aplicaban pigmentos para dejar marcas en la piel.
En el mismo lugar, arqueólogos también encontraron una serie de agujas de bronce que tendrían la misma finalidad. Pero eran herramientas mucho más modernas, ya que tenían unos 1.500 años de antigüedad.
Japón es otra tierra con larga historia de tatuajes. Allí se utilizaban agujas atadas al extremo de un largo metal o un mango de madera. Con una mano, el artista estira la piel. Y con la otra dan rítmicos golpes en la zona del cuerpo en la que dejará estampada su creación.
En Nueva Zelanda son tradicionales los tatuajes Maoríes, la tribu originaria del país. Anteriormente, se utilizaban herramientas punzantes y filosas construidas con huesos o dientes de animales. Para la tinta se utilizaba como base a las cenizas de coco.
En Tailandia, todavía hoy se utiliza la herramienta tradicional del tatuaje: una vara larga de bambú con una punta afilada. Este dispositivo se llama Sak Mai. Y se sigue utilizando para realizar los tatuajes tailandeses que son considerados sagrados. Por eso se debe mantener la tradición ancestral que los tatuadores aprenden de sus padres y luego transmiten a sus hijos.
El avance de la tecnología
Para encontrar los orígenes de la máquina para tatuajes hay que viajar en el tiempo hasta la segunda mitad del siglo XIX. Y sumergirnos en la historia de uno de los máximos inventores de toda la humanidad: el estadounidense Thomas Alva Edison.
Edison es un personaje polémico, que pasó a la historia por lo prolífica que era su mente para crear nuevos dispositivos que agregaban comodidad y confort a las personas. También porque muchos de sus métodos no eran los más aceptados por colegas de aquellos tiempos. Seguramente su apellido suene ligado a muchos inventos, el más famoso de todos, la bombilla de luz.
Solamente en Estados Unidos Edison tiene 1093 patentes de objetos a su nombre. El fonógrafo, la cámara de cine, el telégrafo cuádruplex, el micrófono de carbón, baterías de níquel-hierro y el mimeógrafo son algunas de ellas. Para nosotros, y para la historia de la máquina de tatuajes, fue fundamental la creación de una pluma eléctrica, patentada bajo la denominación Stencil-Pens en Newark, Nueva Jersey, en 1876.
Esta pluma había sido pensada para la duplicación de documentos escritos o dibujados a mano. La idea de Edison era que los oficinistas pudieran ahorrar tiempo y energía durante su trabajo.
Esta pluma o lapicera, era en realidad una máquina electromagnética rotatoria que funcionaba conectada a una batería. Esta pluma eléctrica podía realizar stencils y perforar cartas, folletos y otros papeles.
Además, el aparato diseñado por Edison realizaba pequeñas perforaciones en los papeles y depositaba un sello con tinta. Eso fue lo que le dio una brillante idea a otro hombre, el protagonista de nuestra historia: el tatuador Samuel O’Reilly
El nacimiento de la máquina para tatuajes
O’Reilly comenzó a diseñar su idea con los mismos principios de Edison. La gran diferencia fue que él se imaginó que en lugar de perforar cartas y papeles, esa pluma eléctrica podía perforar la piel.
Entonces, O’Reilly se transformó en inventor y le hizo algunas modificaciones a la creación de Edison. Fundamentalmente, añadió un tubo para depositar tinta que luego se diseminara hasta la punta de la pluma. Así, en 1891, patentó la primera máquina de tatuajes de toda la historia.
La máquina tatuadora moderna
Con O’Reilly no se termina la historia de la máquina para tatuajes. De hecho, en la actualidad no se utiliza su sistema. Sino que el ingenio de Edison es el que llegó hasta el siglo XXI.
Un año después de patentar su pluma eléctrica, Edison la mejoró. Le agregó un par de bobinas que funcionaban bajo los principios electromagnéticos, ubicadas de manera transversal al conjunto del tubo o “lapicera”.
Con este formato, el dispositivo era más flexible y maniobrable. De hecho, es bastante similar a las que existen hoy. Pero el toque final se lo debemos a Percy Waters.
En 1929, Waters colocó las bobinas electromagnéticas paralelas al tubo bastidor, agregó una protección para el escape de las chispas y un interruptor de encendido y apagado. Así nació la moderna máquina para tatuajes.
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